lunes, 30 de julio de 2012

Sobre la Planificación (III)

 "La desdibujada figura del entrenador"

Hace unos días escribía más sobre la fundamentación teórica que sostiene a los grandes cracks y sobre el propio entrenamiento en sí. Hoy variaré en cierta medida estos parámetros. Vamos a hablar de la figura del entrenador, del atleta y de los modelos de planificación que ya comenté en otros post anteriores. Empezar desde el principio de la fundamentación teórica del entrenamiento sería demasiado largo y laborioso, y ahora mismo no es una de preferencias. Así que, vamos "al lio"

Cualquier planificación deportiva, incluso antes de plantearse, no digo ya sólo intentar efectuar una primera estructura-borrador sobre la que trabajar, sino antes de empezar a pensar en ella misma, ha de responder a una sencilla cuestión que todos olvidan pero que el buen entrenador debe tener siempre presente, además de ser conscientes del punto en el que nos encontramos con nuestro deportista:

¿Qué objetivo perseguimos?

Una vez respondida a esta pregunta, surge una nueva:

¿Qué debo hacer/entrenar/competir/mejorar(más) para conseguir ese objetivo?

Y si hemos llegado a ese punto y tenemos las respuestas claras, lo que no quiere decir que estén cronológicamente perfectamente definidas (todos sabemos los cambios que sufren las competiciones a lo largo del año), podemos empezar a pensar en el entrenamiento. 

Cualquier tipo de inicio es laborioso, pero seamos profesionales, no podemos establecer una misma pretemporada para un ultrafondista como en el caso de los corredores de IM como un saltador de altura, aunque los principios fisiológicos sobre los que tenemos que actuar sí sean parecidos. En este punto podemos empezar a discernir entre los buenos entrenadores y los regulares. Consideremos la figura del entrenador como una figura cualificada, con conocimientos tanto teóricos como prácticos y un rasgo característico sobre el resto: la coherencia. Ser coherente entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace. Sin esta característica la confianza del atleta en él mermará constantemente. En este punto, será fundamental que los conocimientos del entrenador no se basen únicamente en una "amplia" experiencia. Es decir, si tenemos 20 años de experiencia, pero esos 20 años hemos estado haciendo "kafradas" cuyo resultado ha sido relativamente bueno, pero los libros contradicen esas experiencias, probemos, aunque sea un riesgo, a hacer lo que los científicos dicen que funciona. 

Me resulta especialmente irritante sobre este punto, los desprecios que sufre el sector científico, bajo algunas premisas irracionales como "no es necesario", "eso es para atletas x" o cualquier tipo de comentario similar. El mejor ejemplo, o al menos al que yo considero como mejor ejemplo, es Íñigo Mújika, fisiólogo, científico y entrenador de Eneko y Ainhoa. Pero volvamos al tema central. 

Sobre lo que decía de la experiencia y los diferentes tipos de entrenadores. También hay que decir que muchas veces el trabajo del entrenador se ve menospreciada por el deportista, cuando debería considerarse como una obra de arte. Más aún si esos entrenamientos combinan una serie de factores de ámbito multidisciplinar como en el caso del triatlón. No es nada fácil cuadrar sesiones de tres disciplinas intentando evitar las posibles interacciones negativas que puedan surgir entre las cargas prescritas, pero se ha de intentar por todos los medios, ya que no sólo el rendimiento del deportista depende de ello, sino también su salud física y mental. 

Para ello, la comunicación entre entrenador y deportista debe ser diaria, y se han de adaptar las cargas de entrenamiento a la realidad del deportista según cada caso. Para ello, nada sería más efectivo como una hoja semanal de Feedback, incluyendo dentro de la misma los cuatro parámetros que indican el burn-out o la realización de test validados que nos sirven para ello, como el POMS. Una vez perdida la comunicación y la confianza, el entrenamiento tendrá muy poco sentido. 


Del mismo modo, el entrenador debe estar dispuesto a rectificar en sus programaciones en función del feedback del deportista, y el deportista debe estar dispuesto a acatar lo que el entrenador dictamine. Recordemos que el deporte no es una ciencia exacta, y que las cargas que pueden resultar beneficiosas para un deportista pueden no serlo para otro (hablando del mismo deporte y disciplina). Por lo tanto, otro rasgo característico del entrenador actual debe ser la humildad, saber reconocer errores en función de lo que el deportista transmita y no caer en lo fácil, que sería echar la culpa exclusivamente al atleta por "no saber entrenar" cuando el problema reside en el diseño de las cargas. 

Actualizarse. Un entrenador no puede quedarse estancado en los métodos de hace 15 años. La ciencia avanza, entre ellas la nuestra, la CAFD, y modelos de entrenamiento y/o planificación válidos en los 90 no tienen nada que hacer frente a los modelos actuales de rendimiento. Evidentemente, la situación no es la misma. El número de competiciones y compromisos ha crecido, hay atletas que incluso tienen diferentes clubes según el país en el que compitan, y un elevado número de eventos a los que se pretende llegar en la mejor forma posible. 

Bajo este último prisma, el mejor estado de forma en el mayor número de competiciones, el modelo de planificacion contemporánea (Issurin, Verkhosansky, Seirul-lo, Kaverin) desbanca totalmente al modelo tradicional (Matveyev). La razón es muy simple: 2 ó como mucho 3 picos de forma en la temporada, contra un modelo que es capaz de conseguir hasta 10 picos de forma (si tomamos como referencia A2+T2+R1, esto depende también del deporte, estoy buscando una foto que tengo por ahí de una temporada de un velocista que creo quue tenía 16). Por lo tanto el objetivo es competir al mayor nivel posible en el mayor número de competiciones, supeditándose éstas a la competición/es objetivo de la temporada. Y ante este plantel surge una inmensa duda ¿por qué hacer competir al deportista en unas condiciones de fatiga de manera reiterada y sucesiva? -esa es mi principal crítica a la aplicación del modelo clásico-. 

Cierto es que debemos concretizar: aplicar una estructura ATR a una persona que está empezando en un deporte puede ser tan negativo como aplicar a un fondista de élite un modelo clásico. Hay diferentes circunstancias, pero la ciencia nos da la razón en una cosa: llegados a un cierto nivel, el modelo clásico se nos queda obsoleto. Además el entrenamiento multiobjetivo provoca efectos negativos en el deportista: primero, un exceso de fatiga acumulada, segundo, un estímulo mixto hace que la respuesta del organismo no se potencie, por lo que los estímulos no se adaptan como se deberían, tercero, como derivación del segundo, se produce un incremento de la carga alostática, lo que se traduce como un mayor riesgo de sobreentrenamiento

¿Demasiado pronto o demasiado tarde? ¡Fases sensibles!
Entonces, ¿tiene cabida el modelo clásico en la actualidad? . En mi opinión, cualquier pesona que se esté iniciando en un deporte cualquiera debería ser entrenada bajo esta perspectiva, ya que los principios explicados tres post atrás se producen de manera mucho más progresiva. Del mismo modo, también con jóvenes, especialmente si son novatos en un deporte, se debería aplicar. Pero también tiene un riesgo, no hemos de olvidar las fases o periodos "sensibles" de éstos y las capacidades físicas y técnicas a desarrollar sobre ellos, si no, podemos estar truncando su futuro como deportistas. Por eso hay que tener un especial cuidado con las cargas y los jóvenes, ser demasiado precavidos nos puede llevar a que el deportista no "explote" y con ello se le cierren todas las posibilidades de acceder a cualquier élite deportiva, y una "explosión" demasiado precipitada puede llevarnos al hastío y a la retirada del deporte del mismo. 

Por  otra parte, hay modelos "plurianules" de entrenamiento (muy) mal entendidos. Un modelo plurianual significa que se utilizará el efecto residual de las temporadas anteriores ante un objetivo a Muy Largo Plazo que suelen ser unos JJOO o en su defecto un Mundial. Esto no significa que los entrenamientos de un año a otro no varíen, sino que los objetivos se priorizan porcentualmente de un año para otro, adquiriendo mayor importancia unos contenidos de entrenamiento en un año y en otro. 

Ante lo cuál se produce una gran pregunta, ¿tiene sentido programar en microciclos exactamente iguales? Y más aún, ¿tiene sentido repetir los mismos microciclos de un año a otro? Desde mi punto de vista, puedo afirmar con rotundidad que no. No proveer al deportista de una gran variedad de estímulos producirá a medio y largo plazo un estancamiento en su rendimiento, mermando su potencial, no por falta de capacidades, sino por una cagada en el proceso del diseño y la planificación del entrenamiento (¿fruto de la pereza y la facilidad?). Quizás ese estancamiento sea escaso en los primeros años, cuando la capacidad de mejora de reservar es mayor, pero es inevitable que el rendimiento se estanque. Esa es una de las claves por las que la gente rinde más cuando cambia de entrenador, por el cambio en la metodología del entrenamiento.

viernes, 20 de julio de 2012

Sobre la Planificación (II)

(He tenido algunos contratiempos informáticos por lo que no he podido actualizar cuando quería, básicamente el portátil petó después de 6 años de un uso implacable. Además, con motivo de las olimpiadas posteo esto). 

"Ni menos ni más es mejor, y no olvides trabajar la velocidad". 

Normalmente, el rendimiento deportivo siempre vendrá condicionado por el cumplimiento, o no, de una serie de condiciones o factores, más o menos entrenables, que interactúan entre sí en el desarrollo de una prueba y que tienen una característica común a todos ellos: su inestabilidad. 

Hace tiempo atrás y con la actitud jocosa de la experiencia, cierto profesor nos decía que al final de la carrera sabríamos dos cosas: una el feedback, y dos, que no hay nada absolutamente cierto en el deporte. 

Van casi andando y mirad cómo apoyan.
La segunda afirmación la podemos tomar con pinzas, pero al final, el tiempo nos da la razón. ¿Quién creía que los sistemas y métodos de entrenamiento podían cambiar tantísimo en un siglo? Si le digéramos a Bannister cómo y a qué velocidad se corre ahora la milla, o el 1500, no se lo creería. 

Pues bien, como consecuencia de la segunda, podemos sentenciar que en el deporte, tanto en el plano del entrenador como en el del deportista, o te actualizas, o "mueres". Quedarse totalmente obsoleto, arcaico, como un dinosaurio, vestigio de épocas mejores y viviendo de las rentas de otros tiempos. 

Leí, hará ya unas semanas, a Steve Magness. Si no os suena, podéis buscarlo por internet y os saldrá su curriculum. En su blog (scienceofrunning) hacía una crítica directa (a través del Dr. Jack Daniels) al método de entrenamiento por zonas, esas R's o Z's que tanto nos gustan (o disgustan), por considerar el rendimiento como una variable monofactorial.

Es más difícil de leer que de entender: Supongamos el VO2Máx (siempre referido en la literatura como el mayor limitante de los deportes de resistencia) como X. Según el modelo de entrenamiento por zonas, si incrementamos X produciríamos una mejora en el Rendimiento (P).

X=↑P

Ahora bien, según este modelo estamos pasando por alto dos factores, de vital importancia a la hora de que un modelo de rendimiento deportivo se sustente: la Fuerza aplicada (FA) y la Técnica aplicada (TA), lo cuál nos deriva a otro que engloba a los dos anteriores, la Economía de movimiento (RE), por lo que el rendimiento debería considerarse como una integral, al igual que en el entrenamiento de la fuerza, y sería algo así (no soy matemático, por lo que es posible que ponga una burrada): 

P=∫[∫(VO2Máx) + ∫RE]                                        Donde RE = ∫(FA + TA)

Y todo ello sin contar con que hay otros factores presentes en las carreras como la aclimatación, la humedad, el nivel de hidratación, el estado del agua, el perfil ciclista, y otra infinidad de factores que escapan al control del entrenador pero sobre los qué sí que se puede actuar en menor medida. 

Dicho esto, un ejemplo práctico. Supongamos (por suponer) que los datos que tiene Mario Mola en su web son reales. Siendo así, estaríamos hablando de un atleta con un VO2 relativo de 88 ml·kg·min-1, uno de los más altos que haya visto jamás. Supongamos un VO2 relativo de Alistair o Jonathan Brownlee, o del mismo F.J. Gómez Noya similar. ¿Por qué unos son capaces de nadar en menos  de 18' en aguas abiertas y otro no? ¿Por qué unos son capaces de correr en 30' pelados el 10.000 y otros en 31'? La respuesta es bastante sencilla: el VO2 no marca la diferencia

El consumo siempre ha sido la piedra angular en la que se han centrado los entrenamientos pero llegados a ciertos niveles donde estas diferencias son mínimas, lo que define al ganador del segundo es la economía de carrera. Y dicha economía viene determinada por la capacidad del atleta de generar fuerza de manera repetitiva bajo unas circunstancias determinadas (ángulos de ataque, fatiga acumulada, frecuencia de estímulo...) y ante unas características técnicas determinadas (ángulos y biomecánica propios, apoyo de antepie, neutro o retropie, estabilidad y equilibrio con otros segmentos corporales...).

Bajo este aspecto, me encantó el análisis que hacía Iván Muñoz sobre la última carrera en la que se enfrentaron los Brownlee's contra Noya y que podéis ver aquí. Y además podéis observar en el vídeo el estilo de correr de los hermanos, donde la técnica es extremadamente refinada y donde el retropie tiene un escasísimo apoyo en el suelo (me gustaría verlo en SM) por lo que la energía generada en cada apoyo no se disipa al entrar con el retropie apoyado, o lo que es lo mismo, son mucho más eficientes, ya que para un mismo esfuerzo necesitan una producción de fuerza menor para ir a una misma velocidad. Seguramente, sea en este punto donde resida la diferencia entre Noya y los BB. Como se puede apreciar en el video de TC su pisada es mucho más neutra, por lo que en términos de eficiencia, es menos eficiente que los BB, y necesitaría generar más fuerza en cada zancada y por tanto, si su RE es menor, también lo sería su integral, por lo que el rendimiento sería menor en términos generales y sin contar con las variables que líneas arriba enunciaba. 

No obstante, hay que decir que esto es una simple comparación, y aunque estos son términos generales, no hemos de olvidar la individualización de estos parámetros. Es decir, no podemos estandarizar estos parámetros para todos los atletas, lo cuál significa que para una velocidad determinada (hablando de carrera  pie) podríamos correr a una misma velocidad (si la tomamos como referencia de una resultante de Potencia) bien por una mayor aplicación de fuerza en cada movimiento (o sea, zancadas más amplias) o bien por un incremento del número de estímulos (más zancadas, menos espacio recorrido por cada una. O sea:

↑FZ·↓LZ = ↓FZ·↑LZ
 Donde LZ es Longitud de Zancada y FZ Frecuencia de Zancada. 

Por lo tanto y como consecuencia de dicho producto, podemos decir (y ahora es cuando viene a cuento el primer entrecomillado del post) que no siempre menos es mejor, ni más es mejor, circunscribiéndose ello a las características propias del deportista en cuanto a la capacidad para aplicar fuerza en el movimiento y las características técnicas del mismo. Por lo que la RE vendrá siempre determinada por el dominio y nivel de refinamiento técnico del atleta en cuestión.  

Una vez dicho esto, sobraría decir que el entrenamiento, aunque sea un deporte de resistencia, no debería ir siempre dirigido a conseguir un mínimo número de estímulos (lo que provocaría una mayor amplitud de movimiento por estímulo pero también una mayor fase de transición entre ambos, como un punto muerto, digamos) sino que también deberían trabajarse conceptos derivados de la velocidad (ésa gran olvidada en l fondo) con premisas técnicas para un mayor refinamiento y una mejora de la aplicación de fuerza ante unas situaciones determinadas, lo que generaría en el atleta una mayor versatilidad y adaptabilidad y una mejor respuesta motora ante las situaciones de carrera. 

Otro de los puntos sobre los que escribía antes, era sobre las circunstancias de carrera y la aclimatación. Y ya no sólo sobre ella, sino también sobre los ritmos circadianos y los horarios de competición, porque no es lo mismo correr a la 9 de la mañana que a las 4 de la tarde. De hecho, un estudio de la UCLM (Mora Rodríguez, R.) demostró que la cafeína puede usarse en ciertas medidas para compensar dichos ciclos. Por lo tanto, también hemos de estructurar nuestros entrenamientos de forma específica a la generalidad de nuestras competiciones, lo que implica incluir sesiones de intensidad a las horas a las que se compite y no a las que tenemos preestablecidas (y esto ahora en el verano manchego es muy muy duro, casi utópico). 

Así mismo, y respecto al entrenamiento técnico, no hemos de olvidar trabajarlo de manera integrada, por ejemplo: podemos utilizar un trabajo de Potencia o Capacidad Láctica para lo mismo, asistiendo al mismo para que los patrones biomecánicos se adopten de una manera más fácil y sencilla en velocidades competitivas y supracompetitivas, como puede ser la utilización de clavos (3-6mm) en la realización de series de 300 y 400 metros, de manera que además de trabajar un parámetro fisiológico, también estaríamos trabajando el componente técnico de la carrera a pie. Del mismo modo, podríamos aplicar ese objetivo técnico en sesiones de acumulación (utilizando una estructura basada en el modelo ATR) en los que únicamente trabajamos en el umbral aeróbico y como objetivo complementario...


Próximamente más.